América Latina se posiciona como una de las regiones con mayor potencial para liderar la transición energética global. El 60% de la electricidad generada en la región proviene de fuentes renovables, consolidando una de las matrices eléctricas más limpias del mundo. Un reciente informe de Energía Verde en América Latina, elaborado por Sherlock Communications, proyecta que Argentina, junto con Brasil y Chile, será clave en el desarrollo regional, aportando el 47% de la capacidad renovable en la región hacia 2030. Esta proyección evidencia el peso estratégico que Argentina tendrá en la carrera global por la energía limpia.
El compromiso argentino con la energía renovable
El camino hacia la descarbonización no está exento de desafíos. A pesar de la incertidumbre económica y los marcos regulatorios fluctuantes, Argentina muestra señales de recuperación en el sector energético, impulsado por políticas de atracción de inversión y reformas estructurales. La administración de Javier Milei ha implementado iniciativas como la Ley Bases y el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), que buscan generar estabilidad para inversiones extranjeras en infraestructura energética. En este contexto, los $16.5 mil millones proyectados en inversiones hasta 2026 son un indicio del interés creciente en recursos renovables como la energía eólica y solar.
Argentina, con una geografía privilegiada, cuenta con vastos recursos naturales: la Patagonia emerge como un polo global para la generación eólica, mientras que regiones como Cuyo y el NOA aprovechan altos niveles de radiación solar. La combinación de tecnología avanzada y una estructura de costos relativamente competitiva permite que el país se posicione como un jugador estratégico en el mercado internacional de energías limpias.
Brasil y Chile, modelos regionales de diversificación energética
Brasil y Chile lideran la transición energética en la región con estrategias robustas de diversificación de sus fuentes energéticas. Brasil, responsable del 58% de la nueva capacidad renovable en América Latina para 2030, está impulsado principalmente por la expansión de la energía hidroeléctrica y proyectos eólicos en su litoral. Por su parte, Chile ha dado pasos decisivos en la incorporación de energía solar fotovoltaica, posicionándose como un referente en políticas de inversión sostenible y atracción de capital privado. Ambos países representan un modelo de éxito en la región y una meta a seguir por Argentina en términos de desarrollo de infraestructura y marcos regulatorios.
Desafíos estructurales: financiamiento y estabilidad macroeconómica
Si bien América Latina posee ventajas comparativas en la generación de energía limpia, los desafíos estructurales persisten. Según el informe, la falta de infraestructura de transmisión y almacenamiento es uno de los principales obstáculos para una integración eficiente de las energías renovables. Además, las condiciones macroeconómicas y políticas, particularmente en Argentina y Perú, generan incertidumbre que dificulta el acceso a financiamiento a largo plazo para proyectos energéticos.
La necesidad de modernizar la red eléctrica y fomentar asociaciones público-privadas (APP) resulta clave para superar estos obstáculos. Argentina, en particular, debe enfocar sus esfuerzos en la estabilización de su economía y en la creación de políticas energéticas consistentes a largo plazo. El desarrollo de tecnologías de almacenamiento, como baterías de litio –donde el país posee una posición estratégica en recursos minerales–, también podría impulsar una mayor penetración de energías limpias.
América Latina como exportador de energía verde
Uno de los mayores potenciales para la región radica en la exportación de energía renovable a mercados internacionales. Expertos del estudio señalan que América Latina, con sus abundantes recursos naturales y costos competitivos, podría convertirse en un proveedor global de hidrógeno verde y electricidad limpia. Países como Brasil y Chile ya avanzan en acuerdos bilaterales con Europa y Asia, consolidando una proyección exportadora. Argentina, a su vez, debe aprovechar su capacidad industrial y minera para integrarse a esta cadena de valor global y diversificar sus ingresos más allá de los combustibles fósiles.
El éxito de esta transición dependerá de la capacidad de los países de la región para alinear sus políticas energéticas, atraer inversiones sostenibles y resolver los cuellos de botella estructurales que limitan el desarrollo del sector. América Latina tiene la oportunidad de posicionarse como un líder global en la carrera hacia un modelo energético limpio y resiliente, y Argentina tiene en sus manos el desafío de convertirse en un actor clave en este cambio de paradigma.
